Recortes y guerra para fortalecer la Europa del capital

El próximo 9 de junio se celebran nuevas elecciones al parlamento europeo. Unas elecciones que se producen en un contexto en el que Europa se encuentra inmersa en una espiral belicista y de aumento de presión sobre la clase trabajadora de los pueblos europeos y, especialmente, sobre la de los pueblos del Sur Global.

Desde Arboreá, queremos compartir una serie de consideraciones sobre la naturaleza de la Unión Europea y la tarea de las y los comunistas andaluces frente a ella.

En primer lugar, debemos comenzar recordando un hecho crucial. La Unión Europea (UE), como proyecto y desde su origen, es una expresión de los intereses de clase de las burguesías imperialistas europeas. Al contrario de lo que sectores de izquierda como Sumar afirman (que los ideales fundacionales de la Unión Europea son la solidaridad, la diversidad, la Europa social y transformadora), el proyecto de integración europeo tiene en su ADN el colonialismo, la explotación y el imperialismo militar agresivo. Aunque todo ello lo escondan tras una retórica, referentes históricos o discursos formales de derechos humanos, crecimiento, desarrollo, igualdad, justicia, solidaridad… 

El milagro del crecimiento europeo, desde la década de 1950 ha basado su acumulación de riquezas en la pérdida sistemática de derechos para las clases trabajadoras europeas (políticas de austeridad, disciplinamiento fiscal, reformas de pensiones, leyes represivas…), en la creación de una Europa de dos clases (con centro en Alemania) y en la explotación del Sur Global (Europa fortaleza, tratados neocoloniales y redoble del saqueo de África, apoyo a Israel, nuevos fortalecimiento de la OTAN y su agresión a Rusia…). Sobre esta realidad se han podido establecer medidas de distribución de riquezas, fomentadas por los sectores más progresistas, pero que no han impedido que en pleno 2024, esté en crecimiento el empobrecimiento de las capas populares, el aumento de la pobreza infantil, la pérdida de poder adquisitivo por la inflación o la degradación del empleo y la normalización de la precariedad.

Para poder llevar a cabo este programa enemigo de las clases populares, la UE se ha dotado de todo un marco profundamente antidemocrático que ha oscilado entre ir restando soberanía a los países que la componen (especialmente la de tipo financiera-monetaria); crear organismos con gran poder y que no pueden ser elegidos directamente; e ir ofreciendo mecanismos de participación que dieran una pátina democrática formal, como vemos en las próximas elecciones. En última instancia, la Unión Europea ha sido un gran engranaje político supraestatal que ha conseguido ir alejando el lugar de toma de decisiones de los pueblos europeos.

Dos hechos ejemplifican estas políticas antipopulares y antidemocráticas. En primer lugar, en la imposición de medidas de austeridad desde hace dos años, que están suponiendo mecanismos de disciplinamiento de gobiernos para socavar las conquistas conseguidas en los distintos países como contrapartida por haberse beneficiado del grifo de dinero barato durante la crisis del Covid.

En  segundo lugar, en la política belicista que tiene su principal foco contra Rusia, amparando la agresión ucraniana al Donbass y el hecho de convertirse en plataforma de agresión contra Rusia a través de la OTAN. Esta política ha causado enormes estragos en la economía de la eurozona, con el distanciamiento de Rusia y el eje ruso-chino y la necesidad de encontrar nuevas fuentes de energía y materias primas más caras que estamos pagando con la inflación. Además, ha supuesto el retorno a una política y discurso belicista que está desviando recursos de los países europeos a la industria armamentística para apuntalar la política otanista e imperialista dirigida por EEUU. Una industria militar europea que ha venido también apoyando y valiéndose de un estado de Israel implicado desde hace décadas en la colonización, genocidio y limpieza étnica contra el pueblo palestino desde hace décadas y que ahora es más descarnada y está más desnuda.

Las décadas de políticas de austeridad, antidemocráticas y belicistas de una Unión Europea que resta soberanía a los diversos estados y pueblos englobados en ella, son aprovechadas fundamentalmente por el ascenso de una extrema derecha racista, reaccionaria, neoliberal y filofascista que tiene en el antieuropeismo parte de su discurso. Cabe destacar la ausencia de propuestas de izquierdas críticas con el carácter capitalista e imperialista de la Unión Europea, exceptuando honrosas excepciones. Es necesario articular una intervención política en la que, al calor de la reactivación de los movimientos sociales que vendrán con las políticas austericidas, se ponga en el centro el cuestionamiento de la Unión Europea y la OTAN. Por todo lo expuesto anteriormente, es necesario construir nuevas integraciones políticas en las que primen los intereses de los pueblos y la clase obrera. 

Por todo esto, cabe adelantar que el resultado electoral va a fortalecer a las versiones más reaccionarias y conservadoras del proyecto europeo, por las tensiones que están surgiendo en ciertas burguesías de diversos países entre las políticas europeas y la posibilidad de desarrollar políticas propias estatales. A escala estatal, no obstante, todo parece indicar que va a predominar el bipartidimo con un PSOE previsiblemente reforzado en su discurso moderado de una Europa socio-liberal. 

En clave andaluza, ha surgido una candidatura a las europeas que retoma lo peor de la denominada tercera ola andalucista, en forma de transversalidad ideológica, vaciamiento de discurso político transformador y asunción del marco europeo de forma acrítica. Ahora Andalucía no sólo no analiza ni cuestiona el proyecto europeo, ni los límites de esta participación electoral o su creciente belicosidad, sino que al centrarse en un enfoque interno de las elecciones, abandera un proyecto andalucista transversal. 

Esta indefinición va en contra de la tarea fundamental que debemos tener frente a la Europa del capital y de la guerra: trabajar y apostar por crear nuevos marcos políticos rupturistas con la UE y la OTAN. Cabe indicar que nos enfrentamos a décadas de propaganda y adoctrinamiento masivo a nuestro pueblo sobre las bondades de la Unión Europea, unidas a la ausencia de un trabajo activo y consciente desde las izquierdas para construir un discurso crítico sobre la misma. Esto nos aboca a la cada vez mayor aceptación del marco y los supuestos valores europeos, lo cual fortalece a las clases dominantes en sus mecanismos de control, dominación, explotación y legitimación.

En todo caso, las dificultades no deben alejarnos de la línea de trabajo: debemos crear sinergias y marcos de trabajo conjunto en los que desde diversos espacios políticos nos pongamos a trabajar contra la UE y la OTAN, contra la austeridad y la guerra. Para las y los comunistas, este trabajo debe ser la base de cualquier estrategia revolucionaria de construcción del socialismo. Desde Andalucía, este trabajo debe apoyarse en la reconstrucción de la conciencia de pueblo, como motor para elevar y afinar la conciencia de clase, antiimperialista y antipatriarcal.

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