Andalucía, sujeto, verbo y predicado

Autor: Antonio Torres

El verdadero concepto de la política, excluirá la pureza absoluta de Dios, pero también, la grosería o apetitos estúpidos de la bestia”, Blas Infante.

Dentro de lo que se ha venido a denominar como “tercera ola” del andalucismo o “nuevo andalucismo” ha destacado una formulación que ha funcionado como leitmotiv para determinados sectores de izquierda y andalucistas: el de “sujeto político propio” o “sujeto político andaluz”, en referencia a la organización política cuyos máximos órganos de decisión se encuentren en Andalucía, lo que durante la Transición el desaparecido Partido Socialista de Andalucía (PSA) popularizó como “organización de obediencia andaluza”.

Evidentemente, la insistencia en el uso de esta formulación se ha debido fundamentalmente a la lucha que se ha llevado a cabo en el seno de Adelante Andalucía entre Izquierda Unida y Podemos, de un lado, y del otro, Anticapitalistas, Izquierda Andalucista y Primavera Andaluza. No es cuestión de entrar en esa batalla, sino de analizar lo que desde un punto de vista político e ideológico nos parece una anomalía, una disonancia histórica extraña y chirriante que, por desgracia, ha logrado popularizarse entre un determinado sector de la izquierda y el andalucismo.

No se trata solamente de que en los demonizados Marx, Engels y, sobretodo Lenin, no encontramos tal confusión, no se trata tampoco de que al todavía más demonizado Stalin jamás confundió partido y clase -o pueblo-, y miren que se le acusó de ultra vanguardismo y de sustituismo, con lo cual podría haber estado justificado, según determinados detractores, que Stalin animara esa confusión. Pero no, no se trata de eso, o de solamente eso, sino que si acudimos al referente político principal de Adelante Andalucía, Anticapitalistas, y a sus referentes históricos, León Trotski y el economista belga Ernest Madel, jamás encontrarán que confundan de una manera o de otra sujeto e instrumento político.

Por el lado andalucista pasa exactamente igual. En Blas Infante, tan receloso siempre de los partidos políticos, jamás verán que el partido sea tomado como el sujeto; seguramente para Blas Infante tal confusión habría sido una auténtica abominación, y creemos que no exageramos lo más mínimo si atendemos al sentido de las Cartas Andalucistas de 1935 y a los dilemas que planteaba respecto a la acción política y a la conciencia de las masas. No cabe duda alguna en Blas Infante: las organizaciones políticas, los partidos, son instrumentos y solo instrumentos, subordinados por tanto al sujeto político -el pueblo andaluz- y a su liberación.

Si seguimos el hilo histórico andalucista, nos encontraremos que para el mayor teórico del desaparecido PSA, José Aumente, no había tampoco lugar a dudas y a confusiones; miren lo que decía en una de sus obras de cabecera La cuestión nacional andaluza y los intereses de clase, de 1978: “Si, como es sabido, sólo los intereses estratégicos a largo plazo representan los verdaderos intereses de las clases trabajadoras, también sólo una estrategia global de cambio, una transformación socio-económica en profundidad puede suponer la liberación de un pueblo. Y esto, por supuesto, sólo podrán asumirlo y divulgarlo los partidos políticos. Exclusivamente ellos serán capaces de ir creando las condiciones y, sobre todo, ir formando una conciencia colectiva que sepa percatarse claramente de por dónde van sus intereses verdaderos. (…). Que, por todo esto, Andalucía necesite unos partidos políticos de ámbito y obediencia exclusivamente andaluza es algo tan elemental que casi no necesitaría de mayor insistencia”. Si el sujeto político, en este caso la clase obrera y el pueblo andaluz, no pueden por sí mismos alcanzar una visión global de su situación de opresión y, menos aún, desarrollar una estrategia para la liberación nacional y el socialismo en Andalucía, es cuando sectores de “vanguardia” organizados del sujeto crean instrumentos con los que dar a conocer la situación de opresión del país y una propuesta de mínimos y máximos para la liberación. No hay lugar a confusión, el partido sigue siendo instrumento, pero no es sujeto, es una mediación del sujeto, o mejor dicho de sectores del sujeto con una conciencia más elevada y avanzada, para la transformación y la liberación.

¿No es toda esta confusión entre sujeto e instrumento un mero recurso con el que acentuar la necesidad de una organización andaluza o centrada en Andalucía? Sí, eso parece que ha ocurrido, pero en política todo tiene consecuencias y derivadas, nada es inocente o casual.

Una primera consecuencia de esta confusión es que el sujeto político queda sustituido por el instrumento, suplantando su papel. Esta confusión propicia que el sujeto quede en la pasividad, ya que si no es sujeto, su capacidad de actuar queda mermada y reducida. Esta confusión es perfectamente funcional a una visión exclusivamente institucional de la acción política, porque es en las instituciones capitalistas donde con mejor y mayor posibilidad puede operar con efectividad la sustitución del rol del sujeto político que queda inmovilizado por la acción de cargos institucionales. En este caso, al sujeto solo le queda refrendar cada 4 años la acción institucional, pero queda amputado sin posibilidad de que el instrumento sirva para la organización y la lucha por la liberación nacional y el socialismo y con escasas posibilidades de que su conciencia avance y se eleve. Por supuesto, las instituciones son un campo de actuación para la organización política del pueblo trabajador andaluz, pero cuando la confusión entre sujeto e instrumento es elevada a tan alta categoría se abre la puerta a toda clase vicios “de la política profesional”.

La segunda consecuencia tiene más que ver con el momento político andaluz. Proclamarse “el sujeto” en estas circunstancias puede tener como consecuencia la negación de “otros sujetos”, es decir, tras una campaña en pos del “sujeto político andaluz” y de una lucha con otros actores como Podemos e IU por constituir “ese sujeto” da la sensación de que es el único “sujeto andaluz” posible y viable a implementar. Algo parecido ya ocurrió con el PSA en la llamada Transición con el uso y abuso del “partido de obediencia andaluza”; ese uso exclusivo y excluyente terminó por invisibilizar otras opciones de “obediencia andaluza” que existieron en aquellos años. Prácticamente, todo puede quedar en un “con nuestro sujeto político” o no existes y estás condenado a la invisibilización. En resumidas cuentas, existe un matiz serio excluyente en un proceso de construcción que debería estar abierto; se puede argumentar que las circunstancias de excepcionalidad debido a la lucha política con Podemos e Izquierda Unida han propiciado esa manera de construir “el sujeto”, pero más que un argumento parece una excusa con la que cerrar toda discusión estratégica.

La posmodernidad ha venido propiciando la incursión de lingüistas y de la lingüística en la filosofía y la política, sin embargo, en la sintaxis tenemos un orden estructural coherente que no es casual: el sujeto es quien lleva a cabo la acción, el verbo es la acción que se realiza y, finalmente, el predicado es lo que se hace; en política, como en la sintaxis, el sujeto es quien realiza la acción -y quien sufre las consecuencias-; la tarea de quienes tienen una conciencia más clara de la situación de la clase obrera y del pueblo andaluz oprimido no es ser sujeto -ya lo son en tanto forman parte del conjunto del pueblo- sino crear las instancias para que el pueblo realice su emancipación nacional -la autodeterminación y la soberanía-, y pueda avanzar decididamente al final de toda explotación del ser humano por el ser humano.

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