Cuatro líneas rojas y una única solución para Palestina.
Desde el 7 de octubre, Palestina ha visto cómo la ocupación y violencia a la que es sometida por Israel alcanza cotas nunca ante vistas desde, prácticamente, 1948. Según el Ministerio de Salud palestino, a fecha del 23 de octubre, se cuentan 5.087 muertos, 15.273 heridos y 1450 desaparecidos, unas cifras a las que debemos sumar el millón y medio de desplazados dentro de la propia Gaza y en dirección a Egipto. Estas cifras, desgarradoras, son fundamentalmente fruto de los bombardeos del ejército israelí en zonas civiles de Gaza, pero también del goteo de agresiones de colonos israelíes en Cisjordania. Cifras que sólo pueden ir en aumento y amenazar en escalar a un conflicto regional, con nuevos bombardeos y la amenaza de Israel de invadir la franja, mientras se amplía el frente a las fronteras del Líbano y Siria.
Frente a esta agresión sionista, Palestina no está sola. Nunca lo ha estado. La clase trabajadora del planeta ha alzado en numerosas ocasiones y, también hoy, alza su voz en apoyo a la lucha del pueblo palestino. Y lo hacen especialmente la de aquellos pueblos del Sur Global que tienen a sus espaldas la marca del colonialismo, el sello de haber sido sometidos y expoliados por el imperialismo. Como clase trabajadora y como comunistas de un pueblo perteneciente a un país imperialista, como es el caso de Andalucía dentro del Estado español, debemos asumir la responsabilidad de lo que significa unirnos a la marea en defensa de Palestina que se extiende por el globo, máxime tras el redoble de la agresión israelí en Gaza, Cisjordania, el Líbano y Siria.
Para ello, debemos tener en cuenta cuatro líneas rojas y una única solución al problema palestino:
1) La ilegitimidad del estado de Israel. Es la base del problema, es el origen de la violencia en la región: el estado de Israel es una entidad colonial e ilegítima. Israel es fruto del proyecto sionista de creación de un estado judío, basándose en el robo de tierras y la explotación de un territorio por judíos de otras partes del mundo. Como advertía Lenin hace ya más de un siglo en su discusión con el nacionalismo judío, “la idea sionista de una nación judía es, por esencia y forma, una idea reaccionaria llamada a servir a los intereses del colonialismo”. Mientras exista el estado de Israel, existirá un problema político que resolver, un problema llamado colonialismo.
2) El denominado “conflicto palestino” es, por lo tanto, un conflicto colonial. La colonización del pueblo palestino cumple 100 años. 100 años de abusos, de robo de tierras, de campañas de limpieza étnica y de apartheid. Un siglo de violencia, de matanzas, violaciones y humillaciones. Esta colonización tiene por objeto el control por parte del occidente imperialista de un territorio de gran importancia estratégica: el Próximo Oriente. Desde 1923 esto se intentó conseguir directamente por parte de Gran Bretaña, quien asumió el control del territorio, reprimiendo a las manifestaciones anticoloniales como las revueltas de 1929 o la Gran revuelta árabe de 1936-39. Desde 1948, el imperialismo transfiere al proyecto sionista este objetivo, con la imposición del estado de Israel como peón o cuña de Occidente en la región, siendo hasta el día de hoy su principal e inquebrantable aliado.
Y es este el punto de partida desde el que los pueblos del mundo, y, especialmente, el movimiento comunista, debemos abordar el análisis. No estamos ante una simple “guerra de Hamas e Israel”, no estamos ante un “conflicto”, sino que nos encontramos ante una situación colonial que se basa en la opresión, el racismo y la explotación de una potencia ocupante imperialista -Israel- sobre un pueblo ocupado -Palestina-. Un conflicto que puede escalar a forma de guerra más o menos abierta, o puede mantener en una baja intensidad. Un conflicto y análisis que se pueden enriquecer y matizar introduciendo variables vinculadas a la cuestión del papel de la religión -y específicamente del judaísmo-, el papel que ha tenido históricamente la relación de países socialistas con Israel -caso de la URSS- o la naturaleza de los movimientos políticos palestinos -y el auge de los islamistas como Hamas-. Pero ninguno de estos aspectos, que pueden y deben explicar la evolución del problema o matizar la respuesta política concreta, deberá ocultar el conflicto principal que subyace: la cuestión del colonialismo y el imperialismo.
3) Nuestra responsabilidad política. Desde Andalucía, como parte del bloque imperialista que alienta, defiende y arma a Israel desde su creación, debemos asumir nuestras responsabilidades internacionalistas. No somos neutrales, los sucesivos gobiernos españoles no han sido neutrales, sino parte activa de esta colonización. Hoy en día, incluso con el gobierno “más progresista de la historia española”, seguimos formando parte de la alianza militar de la OTAN y la Unión Europea que defiende y ayuda económica y militarmente a los ocupantes y genocidas, incluso desde las bases militares situadas en nuestro territorio. Nuestro estado es aliado de Israel, y uno de nuestros objetivos políticos debería ser apostar por su aislamiento y denuncia sin fisuras, ayudando por todos los medios a la resistencia palestina. Desarrollar y asumir esta línea supone romper, no sólo con la peor tradición dentro del marxismo y la izquierda occidental, aquella que hereda y asume prejuicios y visiones imperialistas, racistas y pacifistas; sino romper también con el “sentido común” con la que la propaganda mediática intoxica a nuestro pueblo.
4) La defensa de la resistencia. Frente a la realidad colonial, debemos afirmar que todas las formas de resistencia son legítimas. No sólo porque lo digan organismos internacionales (lo cual nos puede servir como argumento para ciertos sectores menos conscientes), sino porque lo han dicho y practicado los pueblos del mundo en sus luchas históricas contra la opresión. La resistencia contra la colonización no es terrorismo, es una lucha legítima. Y las distintas ramas armadas de la resistencia palestina son legítimas y debemos defenderlas. Aunque no compartamos sus postulados ideológicos o religiosos, serán siempre más progresistas que la defensa pacifista del status quo colonial. Serán más progresistas que asumir, desde la comodidad de vivir en el seno de un país que arma y ayuda a Israel, que la lucha armada del oprimido no es aceptable. ¿Aceptable para quién? ¿Para los miles que mueren en Gaza o para los ocupantes? La lucha armada no sólo es aceptable, sino que, en condiciones de ocupación militar, es la única solución realista. En este sentido, las condenas a las acciones armadas de la resistencia armada palestina -dentro de la que se encuentra Hamas, pero que realmente la integran una docena de organizaciones- y dar al estado invasor sionista cualquier presunción de derecho a respuesta es una fragante vulneración del derecho del pueblo palestino a vivir en paz y en su tierra y supone otorgar carta blanca al régimen sionista para deshumanizar y exterminar a Palestina que es realmente su gran objetivo desde su aparición hace ya más de 50 años.
Derivado de los cuatro puntos anteriores, debemos asumir la única solución posible al conflicto: el fin de la colonización y la desaparición del estado de Israel como entidad sionista. Defender la solución de los dos estados, es seguir sumiendo a la población palestina a los dictados del colonizador, que impide, en la práctica la creación de ningún estado soberano palestino, porque no puede controlar sus recursos, defensa, espacio aéreo, moneda… Frente a ello, la única solución digna y coherente, como llevan décadas apuntando los camaradas palestinos, pasa por la creación de un estado palestino único, democrático y vinculado y articulado en su región, en buena vecindad con los países proximorientales.
La única solución pasa por crear una Palestina libre, desde el río hasta el mar.
¡Viva Palestina Libre!