Reflexiones sobre la COVID-19 y sus medidas de prevención

Autora: Chiqui Cruz Rojo

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I. Introducción

Esta reflexión sobre la pandemia, sus causas y sus medidas de prevención individual, pero también sociales y políticas, se produce en plena tercera ola que está dejando una grave situación de salud con un alto número de casos, hospitalizados y muertes. En Andalucía desde el 10 de mayo se notifican 366.914 casos de COVID-19; 21.705 hospitalizados (el 5,9% de los casos); 1.945 ingresos en UCI (el 0,5% de los casos), y 4.653 fallecidos (1,3% de los casos) (1). Sobran los motivos para seguir indagando en una pandemia que está teniendo unas tremendas consecuencias para la población y que no se vivían desde hace un siglo, con la última pandemia de gripe de 1918.

En un artículo anterior ya decíamos que una vacuna o medicamento eficaz y seguro no es la panacea a la pandemia, ni a las epidemias o enfermedades en general (2). La tecnología no lo es todo en la salud de la gente, pero es innegable que ayuda. Lo primero de todo, lo fundamental, es conocer las causas, el origen de esta pandemia y de otras epidemias para evitarlas en el futuro.

Hay que destacar que la COVID-19 surge a finales del año 2019 en un contexto de brotes emergentes a nivel mundial en las últimas décadas. Comenzamos con los nuevos coronavirus, el primero de ellos, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-CoV), tiene muchas similitudes con el COVID-19, se originó en Guangdong (Cantón, una de las provincias más importantes de China) en el año 2002, en invierno y los casos iniciales se relacionaron con contactos con animales vivos en un mercado (3). El murciélago es el reservorio más probable por la similitud del genoma del virus (más del 85%) y además se detecta la necesidad de hospedadores intermedios, aunque se desconoce cuál pudo ser y si eran reservorios o transmisores del virus. (4).

Respecto al Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV), los estudios han revelado que las personas se contagian por contacto directo o indirecto con dromedarios infectados. El MERS-CoV se ha identificado en dromedarios en varios países del Oriente Medio, pero también en África y Asia meridional. No se conocen bien los orígenes del virus pero, según se desprende del análisis de varios de sus genomas, se cree que habría podido originarse en murciélagos y haberse transmitido a los dromedarios en algún momento de un pasado lejano. Aunque la ruta de transmisión de animales a personas no se conoce bien, los dromedarios son un reservorio importante y una fuente animal de infección en los seres humanos. En varios países, como Arabia Saudita, Egipto, Omán y Qatar, se han aislado en dromedarios cepas de MERS-CoV idénticas a las cepas humanas. (5). Tampoco está claro el hospedador intermedio en este tipo de coronavirus.

Más allá de los brotes por nuevos coronavirus, también han surgido otras alarmas de Salud Pública a nivel mundial, la más antigua el SIDA, a inicios de la década de los 80; el Ébola (6), la gripe aviar, la gripe porcina (luego llamada nueva gripe A) (7) o el Zika (8); entre los brotes víricos. Por otros microorganismos patógenos podemos destacar la epidemia de Escherichia coli (9) o el mal de las vacas “locas” (10). Junto a estas epidemias emergentes, reemergen otras antiguas como el paludismo y el dengue.


II. Contexto y origen de la pandemia por COVID-19

En el caso concreto del Covid-19, el origen del foco fue detectado en el mercado de animales silvestres de Wuhan (gran mercado de mariscos y animales vivos), donde fue posible que el virus pasara del animal al humano y luego continuase la transmisión de persona a persona (transmisión comunitaria). Las actuaciones fueron rápidas: Notificación y cierre del mercado así como la prohibición de animales salvajes en los mercados y su importación de otros países. Esas primeras medidas, aunque muy necesarias, no son suficientes. La caza y consumo de animales salvajes en diferentes países es solo una parte del problema. Hay que ir más allá, se trata de cambiar toda una estructura de producción a gran escala que sigue sin cuestionarse en profundidad por la comunidad internacional (2). Una estructura de producción intensiva, no solo de alimentos, que está originando importantes problemas medioambientales y que nos llevan a otro aún más grave, el cambio climático. En primer lugar el cambio climático produce fenómenos climáticos extremos, como tormentas, huracanes, terremotos, olas de calor y frío con nevadas destructivas que ya estamos sufriendo desde hace años. El hecho es que está en juego la propia supervivencia de nuestra especie y del planeta. Los gases de efecto invernadero, y la contaminación en general, provocan una masiva extinción de especies que promueve la expansión de gérmenes patógenos para la salud y mata la naturaleza, nuestros recursos naturales.

La pérdida de biodiversidad, consecuencia del cambio climático, es un factor de riesgo para las zoonosis y brotes epidémicos en humanos. Así, el 75% de las infecciosas emergentes y reemergentes tienen origen animal. Las ya nombradas, sida, ébola, gripes aviarias y porcinas o los nuevos coronavirus son algunas de ellas. Preservar la biodiversidad tiene un efecto de dilución, de amortiguación, al aumentar el número de especies en la cadena de contagio que sirve como una especie de “cortafuegos”. Por ejemplo, el gusano parásito que provoca la esquistosomiasis, que afecta a millones de personas en el mundo, tiene más posibilidades de alojarse en huéspedes intermedios en áreas con alta biodiversidad. Además, los huéspedes con alta diversidad genética son más resistentes a las infecciones. (11).

Por otro lado, el cambio climático, el aumento de la temperatura global, provoca directamente nuevas epidemias como la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. Esta infección vírica se transmite a través de las garrapatas infectadas del ganado y animales silvestres y ya se encuentran en áreas de Extremadura, Castilla La Mancha y León o Madrid. El aumento de la temperatura está provocando la expansión de estos vectores, fundamentalmente mosquitos, lo cual aumenta los brotes de zika, chikunguña, paludismo o dengue en zonas donde antes no existía y llegar a las ciudades. En Andalucía, hemos empezado a tener infecciones víricas como la fiebre del Nilo occidental por la expansión de los mosquitos transmisores.

El consumo de carne o el contacto con animales salvajes y el comercio de animales, por la demanda creciente de proteínas de origen animal, provoca contactos más estrechos entre humanos y animales. La modificación de los hábitats por la minería y la expansión de la agricultura extensiva y las granjas
intensivas provoca deforestación y grandes extensiones del uso de la tierra para el consumo del ganado. Un tercio de los cereales cultivados en el mundo en forma de monocultivos se dedican a la alimentación de animales hacinados en estas granjas (11). La lucha contra el agronegocio y el cambio radical de la producción intensiva de alimentos debe acompañarse de propuestas del reparto de la tierra y una producción agrícola y ganadera ecológica e integrada en la naturaleza, una apuesta por el comercio local y el aprovechamiento del agua. En Andalucía es urgente esta eterna reivindicación del reparto de las riquezas naturales para los y las andaluzas, para las personas que habitan nuestra tierra. Este modelo capitalista y mercantilista tiene que cambiar radicalmente para evitar la pobreza de las gentes y los círculos viciosos negativos de la naturaleza. Un ejemplo, los deshielos debido al calentamiento global están liberando no solo gases sino virus nuevos y antiguos (en la tundra de Alaska o en Siberia se piensa están enterradas cepas de viruela y peste bubónica) (12).

En el caso que nos ocupa el origen de la pandemia, más allá de conjeturas conspirativas en un contexto de tensiones entre Estados Unidos y China, se sitúa como decimos en el mercado de Wuhan. La modificación del coronavirus de murciélagos es la teoría más aceptada, aunque en el caso del
hospedador intermedio existen más dudas, siendo el candidato más nombrado el pangolín, entre otros hospedadores barajados (hurón, mapache, serpiente, civeta, tejones, tortugas o perros) (13). La convivencia de estos animales salvajes o domésticos entre sí, y con los humanos, aumenta las
posibilidades adaptativas y evolutivas de los virus. Un proceso no lineal, largo y complejo de interacciones biológicas. Las mutaciones de los virus se pueden producir en el hospedador animal y transmitirse al humano o de repetidos saltos del animal al humano, como ocurrió con el MERS-CoV, de dromedarios y camellos. (14).

Ocurrió lo que se llevaba tiempo temiendo, que brotara y se expandiera con rapidez un nuevo germen, si excluimos la pandemia del SIDA, que pese a tener unas dimensiones tremendas a nivel mundial, al ser un virus de transmisión parenteral, a través de sangre, derivados y sexual, no produce una propagación tan rápida y descontrolada como un virus de transmisión respiratoria. Tenemos que remontarnos a la pandemia de gripe de 1918 para equiparar la actual pandemia del COVID-19, y pese a las diferencias históricas, tenemos que aprender de ella y prepararnos para el futuro.

Aunque quedan aspectos por conocer en el origen de esta pandemia y de otras epidemias, ya se deberían tomar medidas fundamentales de prevención primaria, aunque para ello serían necesarias transformaciones muy profundas de nuestro modelo productivo. Algunas de ellas: prohibir mercados
de animales salvajes; sustituir las granjas de producción intensiva de animales por granjas y ganadería de producción ecológica, con productos de la zona y respetuosa con los animales, la naturaleza y las condiciones laborales de las personas que trabajan en ellas. Porque las grandes granjas pecuarias de vacuno, cerdos y aves que se extienden por el mundo, son muy lesivas para los animales y la producción local, para la gente de la zona, promueve nuevos gérmenes y el calentamiento del planeta. El metano que se emite de los orines de estas granjas es, junto con el CO2, los principales contaminantes de efecto invernadero. Un estudio reciente muestra como las emisiones globales de gases de efecto invernadero durante el último siglo han hecho del sur de China una zona de acceso para los coronavirus transmitidos por murciélagos, al crecer el hábitat forestal que los ha favorecido.
Mostrando en ese periodo como se han producido cambios a gran escala en el tipo de vegetación en la provincia de Yunnan y las regiones adyacentes en Myanmar y Laos (15).

Por ello insistimos en actuar más allá de la causa concreta y cercana del problema, sobre un tipo de producción intensiva, no solo agropecuaria sino de las industrias y transportes más contaminantes. Actuar también sobre el consumismo de productos de todo tipo, electrónicos, textiles, de automoción
y, por supuesto, alimentario. Que el criterio no sea cuanto beneficio económico aporta a unos pocos propietarios, sino cuanto beneficio aporta a la población en sus necesidades esenciales y en su reparto a todas las personas. Un exceso de calorías y grasas animales en la alimentación que, además de todos los problemas comentados, provoca enfermedades infecciosas y no infecciosas, como el sobrepeso y obesidad, la hipertensión arterial o las enfermedades vasculares del corazón y del cerebro.


III. Medidas ante la pandemia: medidas de prevención secundaria

Analizar el origen, la raíz del problema, no impide abordar el problema de salud que ya se ha producido, en este caso, la pandemia por COVID-19. Se trata de plantear soluciones a través de medidas individuales y sociales. En el primer caso, son sencillas medidas de prevención respiratoria pero muy eficaces tanto para profesionales de centros sociosanitarios como para la población general, el uso de mascarillas en interiores o exteriores con alta densidad de población, guardar las distancias de seguridad, el lavado de manos o la ventilación adecuada de los espacios. La implicación de todas las personas para adoptar una mentalidad de prevención es importante. Pero estas medidas son insuficientes si no van acompañadas de fundamentales medidas sociales y políticas.

Pedir responsabilidades individuales desde las administraciones correspondientes sin abordar las propias, sociales y políticas, es injusto y muy poco ético. Medidas sociales que son responsabilidad de los gobiernos con competencias en las diferentes áreas, como el trasporte público, los centros de trabajo y los centros educativos, sin hablar de los servicios sociosanitarios que trataremos más adelante con
más detalle.

Si nos centramos en la gestión de la pandemia, un elemento esencial de control de ésta, y de otras epidemias, es la vigilancia y trazabilidad de los casos y sospechas de casos, que requiere una organización del sistema de vigilancia epidemiológica, inserto en los servicios públicos de salud, para que actúe con rapidez. En Andalucía han sido muchos los casos de retrasos en la realización de las pruebas de detección a los contactos de un caso positivo, por no hablar de la ausencia de pruebas en casos con sospecha clínica. Estos retrasos se conocen por las situaciones que nos van contando amistades y colegas a falta de indicadores que midan los procesos de detección, diagnóstico temprano y de sospecha. Si se saben cuántas pruebas PCR se han realizado por 1000 habitantes, Andalucía junto con Ceuta y Melilla es la que menos pruebas PCR (la más fiable para confirmar un caso de COVID19) realiza a sus habitantes del resto de territorios del estado español (16). Por otro lado, han faltado indicadores que midan las pruebas diagnósticas, PCR o test rápidos de antígeno, por grupos de edad y sexo. Pruebas de pacientes, ya que a una misma persona se le han realizado varias pruebas y a otras ninguna. ¿Cuántas pruebas se han realizado para diagnosticar casos sospechosos y cuantas para rastrear contactos? ¿Cuánto tiempo pasa desde la sospecha hasta la realización de la prueba o desde la detección del caso y la realización de las pruebas a contactos estrechos? (17). Sin indicadores que muestren de forma transparente como se está gestionando la pandemia, sencillamente no se puede demostrar lo que haces y como lo haces. Los datos están, lo que no está es la capacidad y la voluntad política de mostrar la realidad, más allá de palabras abstractas que no dicen nada.


III.a. La importancia de los servicios públicos de salud

Y no solo es la gestión de la pandemia, es la inacción en la reparación y fortalecimiento del sistema público sanitario en Andalucía y sus centros de mayores (18). Desde distintas organizaciones y movimientos sociales se lleva reclamando la necesidad de reforzar el sistema público de salud que ha
quedado tremendamente deteriorado, especialmente desde la crisis de 2008. Con la llegada de la pandemia, ya en la primera ola se mostró las nefastas consecuencias de un sistema sanitario privatizado de mil formas. Unos centros sanitarios públicos muy debilitados por falta de personal y derivaciones a centros privados que engordan sus beneficios a costa de un desgaste de la sanidad pública (19). A principios de 2020 se mostró con toda su crudeza estas deficiencias, mientras los centros públicos soportaron la mayor carga asistencial de los enfermos de covid, los profesionales escasos y mal protegidos se llevaron la peor parte.

Otra imagen terrible que nos mostró la primera ola de la pandemia fue la situación de los centros públicos y privados de mayores, donde una gran parte de las muertes por covid recayó sobre ellos. Como no se ha podido ocultar, el problema no solo fue que en las personas de edad la infección se agrava, es que en algunos hospitales, existió una doble vara de medir a la hora de hospitalizar a estas personas. Por ejemplo, en el hospital “infanta Cristina” de Parla (Madrid), había órdenes de rechazar la hospitalización a mayores que venían de residencia con síntomas de coronavirus (20). Una muestra clara de la verdadera naturaleza de nuestro sistema capitalista, mercantilista. Un sistema que se autodenomina democrático, que da lecciones a países socialistas o de economía mixta, pero fuertemente estatalistas para resolver pandemias como esta o para proteger sus economías, la mayoría con bloqueos económicos de parte del imperio de Estados Unidos y la Unión Europea. A estos países, como Cuba, Venezuela, China o Irán, les llaman dictadura, régimen, y solo les falta decir inhumanos. ¡¡Quien menos debe hablar de democracia y humanidad!!

Pongamos el ejemplo de Cuba. ¿Qué están haciendo ante la pandemia? Más allá de los tratamientos y 4 propuestas de vacunas en ensayo clínico contra la COVID-19 que tiene Cuba, de las que hablaremos en el próximo escrito. Debido a los retrasos y listas de espera para tener cita médica en Andalucía, hasta nos llama la atención como el gobierno cubano promueve a su población acudir a los centros sanitarios ante la menor sospecha:

“Porque la vida es lo que está juego resulta vital seguir insistiendo en que, ante cualquier síntoma, las personas acudan de inmediato a los servicios médicos, ya sea el consultorio de la comunidad, el policlínico o cualquier otra institución. Solo así los especialistas podrán tomar a tiempo una decisión terapéutica que sea correcta…..la importancia de que en cada territorio del país se incrementen las capacidades disponibles para atender a los contactos de los casos confirmados como positivos a la COVID-19.… tener aislados a los contactos de primer orden, de segundo orden, y a todo el que pueda ser detectado a partir de una buena encuesta epidemiológica…, hará posible a las autoridades sanitarias actuar con inmediatez, trabajar con un número de casos que incluso son asintomáticos y que mientras no sean identificados estarán transmitiendo la enfermedad” (21).

Pero volviendo a nuestro país, junto a las insuficientes medidas aplicadas sobre el diagnóstico precoz de los casos, subrayamos la insuficiente detección de contactos para el cumplimiento adecuado de las cuarentenas. Además, como ya hemos señalado hay una ausencia de indicadores que midan de forma transparente como se está interviniendo para evitar la expansión de la pandemia, solo quedan las palabras que no se avalan con datos objetivos y medibles. Y en la base de esta insuficiente gestión se encuentra la fragilidad del sistema público de salud. Porque para llevar a cabo estas esenciales medidas de intervención es necesario que los centros de salud y de especialidades tengan suficientes profesionales sanitarios y no sanitarios, bien dotados y organizados en una integración entre la asistencia primaria, especializada y de salud pública.

Por todo ello nos preguntamos, ¿qué se ha hecho desde esos primeros meses de la pandemia para prepararnos a las previstas nuevas olas de la enfermedad?, marea blanca de Andalucía, y de Cádiz, han dejado muestras suficientes por escrito de lo QUE NO SE HA HECHO para reforzar el sistema público de salud; y QUE SE HA HECHO para reforzar el sistema privado (18). La realidad es que mientras los gobiernos respectivos, estatal y andaluz, piden responsabilidad y sacrificio a las poblaciones, éstas no van acompañadas de las medidas sociales y de reforzamiento de los servicios sociosanitarios públicos.

“La Sanidad Pública ha sido severamente golpeada por la Covid-19, una confrontación que ha demostrado tres cosas: 1) que la Sanidad Pública es el único sistema capaz de atender los problemas sanitarios graves de la población…; 2) que cuenta con la enorme capacidad de esfuerzo y sacrificio de sus trabajadores; y 3) que este sistema padece las enormes carencias causadas por años de recortes, privatizaciones, precarización e imprevisión por parte de las autoridades…
Esta lamentable historia se concreta a principios del mes de mayo, cuando el Servicio Andaluz de Salud (SAS) ordena el ascenso de los hospitales de la empresa de medicina privada José Manuel Pascual Pascual, S.A. (con centros hospitalarios en Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santa María y Villamartín) a Áreas de Referencia para 15 especialidades médicas (que atienden la práctica totalidad de las enfermedades), para catorce poblaciones gaditanas, afectando a 280.000 personas”.
(19)

Sabemos que pedir a un sistema económico y político privado, capitalista, como el que tenemos, que defienda servicios públicos esenciales, es ir en contra de su propia esencia de mercado. Pese a ello, o por ello, debemos seguir insistiendo en reforzar la sanidad pública y potenciar lo público en otros
servicios como los cuidados, la investigación, la energía, el agua o la vivienda. Porque son servicios básicos para vivir dignamente y es un paso previo para ayudar a redistribuir las riquezas a toda la población. Decimos que es un paso previo y necesario en un sistema profundamente desigual como el
nuestro, porque es la esencia del sistema capitalista y su finalidad, que unos pocos puedan ganar gran cantidad de dinero a costa del empobrecimiento de gran parte de la población. Por eso, es fundamental no permitir que una sanidad pública que ha costado tanto conseguir, tras luchas masivas de nuestra población en los años 80, sea continuamente atacada por las distintas administraciones con “mordidas” privatizadoras. El dinero público, de todas las personas, se invierte en potenciar servicios privados, con lo que supone de un mayor coste y un menor control de los gastos que se han derivado a la medicina privada. De esta forma, la población se ve privada de unos servicios sanitarios públicos adecuados y con suficientes profesionales en justas condiciones laborales.

Estas reflexiones previas son imprescindibles para situar las condiciones en que se está dando la pandemia en nuestro país, y dado los problemas de intervención ya comentados, no extraña que la vacuna sea el talismán perfecto para eludir las responsabilidades políticas y presentarse como la
salvadora de todos sus males. Mitificar la vacuna o el medicamento que evitará o curará la infección es tener una visión muy mecanicista de la salud y la enfermedad, es no ver los problemas de salud con una visión completa y dialéctica. No se trata solo de la vacuna, se trata de una logística y organización
que desde hace varias décadas han abordado los servicios sanitarios públicos de salud. Un Sistema Nacional de Salud que debe atender a toda la población, universal y equitativa, dando más a los que más lo necesitan, que llegando a todas las personas debe reforzar su organización para las intervenciones sanitarias de todo tipo, vacunas incluidas.


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