Un análisis de los resultados electorales del 23J

Hace un año, concluíamos nuestro Análisis de Coyuntura del estado español con la siguiente afirmación:

El final del ciclo político (…) ha dado lugar a una reconfiguración del Régimen del 78. Una vez saldadas –de momento– la crisis catalana y la de la monarquía, el régimen se ha reforzado (…). En clave electoral, en este fortalecimiento es evidente que ha jugado un papel fundamental el restablecimiento del bipartidismo y la debilidad de las alternativas por la derecha e izquierda que parecían venir a soterrar a los tradicionales partidos tras la crisis abierta en el 2011. Las últimas elecciones andaluzas, así como las últimas encuestas del CIS, parecen apuntar en esa dirección. Tras el hundimiento ya decretado de Ciudadanos; Unidas Podemos o las refundaciones que se realicen, al estilo “Sumar”, están condenadas a, en el mejor de los casos, reeditar su papel de muleta del PSOE “contra el avance del fascismo” o forzando ciertas políticas sociales cosméticas, encerrados en el estrecho marco de actuación que ofrece el sistema institucional del Régimen del 78, la Unión Europea y la OTAN.

Desde Arboreá consideramos que los resultados de las elecciones estatales del 23J no hacen más que confirmar este análisis, permitiendo extraer otra serie de reflexiones más concretas:

1) Podemos comenzar afirmando que no ha sido un resultado electoral histórico para las “izquierdas” (PSOE y Sumar) ni un voto de esperanza frente al miedo, como ha afirmado IU en su análisis electoral. En Andalucía, no sólo no ha habido una movilización importante del electorado absentista para apoyar la gestión del gobierno, sino que PSOE y Sumar han sumado menos de un 31% de votos respecto del total del censo, lo cual se sitúa en un nivel medio o bajo respecto a los resultados en las elecciones generales desde el 2000 (en las que se han llegado a alcanzar niveles de más del 35% en diversas contiendas). Para el caso andaluz, decir que el resultado de las elecciones es un simple apoyo a la gestión del gobierno -sin mayores matices- es querer engañarse: el voto de izquierda tiene un componente de voto de miedo a un gobierno del PP apoyado por Vox por parte de un tradicional electorado “progresista” de nuestra tierra. Más engañoso es decir que sea un apoyo a las políticas más progresistas o redistributivas de la riqueza de dicho gobierno, cuando se ha venido a reforzar el peso del PSOE, como “voto útil” movilizado ante el discurso del miedo de ambas formaciones y los medios de comunicación e intelectuales afines a dicho espacio.

2) Por su parte, también hay que matizar otra afirmación que hemos podido escuchar estos días desde tribunas de “izquierda”: que en esta contienda electoral las consideradas “derechas” (PP y Vox) han sido frenadas o han perdido apoyos. En el caso andaluz, ha sido todo lo contrario: un 35% de las y los andaluces llamados a votar lo han hecho por el PP y Vox, por lo que el voto abiertamente conservador, neoliberal y filofranquista no sólo se mantiene, sino que aumenta hasta alcanzar cotas que en Andalucía no se habían vivido nunca (ni en las elecciones andaluzas de 2022, que permitieron la llegada de este espectro político al gobierno autonómico; ni en la aplastante victoria de Mariano Rajoy en 2011 en un contexto marcado por la crisis). Dentro de este voto, es muy preocupante la reafirmación de la opción política de Vox, toda vez que ha mostrado su verdadera cara filofranquista y ultraconservadora sin tapujos, a pesar de lo cual más de 600.000 andaluces y andaluzas les siguen votando.

3) Por encima de los resultados de la derecha e izquierda del régimen, cabe destacar el mantenimiento de un amplio sector de nuestro pueblo que se abstiene o vota en blanco (un 32%, cifra situada en la media histórica de la abstención en nuestra tierra en las elecciones generales), con distintas y variadas motivaciones. No obstante, podemos señalar dos fundamentales: en primer lugar, esta abstención es especialmente significativa en los barrios con mayor exclusión social, proviniendo de sectores sociales que no ven en las políticas institucionales soluciones reales a los problemas estructurales que viven y que no los representan ni se ven reflejados en ellas; en segundo lugar, esta abstención se ha vinculado históricamente al desengaño, falta de confianza y hartazgo de una parte de la sociedad en el sistema político, dentro de los cuales podemos encontrar sectores de izquierda que no ven representación en las opciones electorales presentadas.

4) Mención aparte merece la expresión del andalucismo en estas elecciones, que ha brillado por su ausencia. A excepción de Cádiz, donde se presentaba Adelante Andalucía, ninguna opción andalucista se había presentado a las elecciones. En el caso concreto de Cádiz, Adelante Andalucía, no ha conseguido el escaño que perseguían, en un contexto de polarización del voto en las opciones “útiles”. Consideramos que este resultado, que en el contexto andaluz se traduce en la ausencia de partidos andalucistas en el Congreso, debe enmarcarse en una reflexión más general, que debe partir por lo fundamental: la construcción del andalucismo no puede reducirse al ritmo que marcan los ciclos electorales. Para avanzar se debe comprender que su sentido histórico subyace en la situación periférica y dependiente en la que continuamos insertas como nación en el estado español, para lo que debe quitarse el miedo de nombrarse como tal. Intentar llevar a una diputada al Congreso no es la solución inmediata a los problemas estructurales y a la alienación identitaria que padecemos, y, sobre todo, no es coherente hacerlo sin articular la construcción de un tejido organizativo fuerte y sólido. Sin esta fuerza popular, que permita intervenir en el marco político, social y electoral con garantías de poder desarrollar políticas de transformación social efectivas, este andalucismo está condenado a ser mero esencialismo y reformismo. Por mucha comparación que realice este andalucismo institucional de su proyecto respecto al de las CUP, BNG o Bildu, se parte de una clara desventaja de base que no puede ignorarse.

5) Por último, debemos insistir en el fortalecimiento del bipartidismo y una clara derechización de las opciones políticas visibles. Esta derechización no sólo se fundamenta en el crecimiento del voto a PP y Vox, o en el reforzamiento del PSOE, sino en una “izquierda” −nos referimos a Sumar− amarilla y descafeinada que va a continuar la deriva reformista en la que está inmersa, recortando cada vez más los objetivos políticos más críticos con el régimen o, en lo económico, las medidas socialdemócratas que pudieran alguna vez haber asumido. Esto sólo alimenta la política del “sobreviviendo”, que elige lo menos malo porque no queda otra opción, y que esconde la necesidad de proponer modelos socioeconómicos y políticos alternativos al régimen. Y es que alimentando el discurso del miedo a la extrema derecha, una vez más, las demandas del pueblo y de la gente tienen que esperar, una vez más no es el momento para tratar cuestiones territoriales y de verdadera independencia económica y cultural. Y es que desde las instituciones, estén gestionadas por PP-Vox o por PSOE-Sumar, se sigue apostando por la macroeconomía y no por la economía de las familias, se sigue haciendo política para el mantenimiento del régimen y no para las personas y se sigue apoyando a la Unión Europea y la OTAN que militarizan, mercantilizan y ahogan a los pueblos y la clase trabajadora. Como ha quedado demostrado de sobra, este reforzamiento del régimen y el abandono de horizontes realmente transformadores no son la solución para acabar con la situación de nuestra tierra.

6) Por todo ello, defendemos que no podemos dar estos resultados por buenos para nuestra tierra o nuestra clase. El Régimen del 78, nuevamente fortalecido, va a tener en un gobierno “de izquierdas” su plasmación política concreta, un gobierno que va a tener que gestionar previsible años de recortes y soga fiscal por parte de la UE. Mucho nos tememos que la izquierda del régimen se va a constituir en la mejor vacuna contra posibles estallidos sociales en un contexto caracterizado por el aumento de la desigualdad social y la pobreza.

Ante este resultado, fruto del actual momento de desmovilización social y de avance de un discurso reaccionario y derechizado de la izquierda, si el andalucismo quiere mostrarse como un proyecto necesario, debe avanzar hacia la construcción de una vía política, revolucionaria y rupturista, que asuma la lucha por la soberanía nacional andaluza. Para ello, las y los militantes andalucistas debemos poner en el centro a nuestro pueblo y sus necesidades, potenciando el trabajo y el fortalecimiento de luchas concretas y cercanas como el sindicalismo de clase, el movimiento feminista, LGTBI, vecinal…; pero también en la formación teórica necesaria para que la brújula de lo que está ocurriendo a nivel nacional, estatal e internacional nos posicione en el lado correcto de la historia. Este trabajo es fundamental para la creación de espacios asamblearios y comunes de encuentro −como lo fueron las Plataformas del 4D−, de redes populares que promuevan la toma y construcción de conciencia de nuestro pueblo y la formación de la militancia de base para amplificar la lucha organizada. En definitiva, dar la lucha teórica y práctica que trate de elevar, elevarnos, en nuestra conciencia de pueblo trabajador andaluz y sembrar semillas de poder popular que anticipe la sociedad socialista y emancipada que anhelamos para Andalucía. Pero esto no será suficiente. Ninguna de estas luchas, por muy potentes que sean, por muy dirigidas que estén por cuadros comunistas, serán suficientes si no existe una organización estratégica comunista y andalucista en la que los mejores cuadros de nuestra clase y nuestro pueblo puedan reflexionar sobre las experiencias de lucha, señalar las líneas de acción política prioritarias o aprender de los errores para ser la voz acumulada de la experiencia de los pueblos en su lucha. Todo ello en un proceso de crítica y autocrítica constante, tanto en el plano teórico como práctico.

Desde Arboreá, como órgano de expresión destinado a impulsar la creación de una organización estratégica comunista, andalucista y feminista, consideramos fundamental que desde la izquierda revolucionaria andaluza expongamos un horizonte definido de hacia dónde y cómo queremos avanzar políticamente. Urge debatir acerca de qué estrategia o camino debemos tomar para construir desde Andalucía una alternativa socialista a nuestra realidad.

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